Jaime Bayly: ‘Yo amo a mi mami’ al óleo

Roberto Bolaño dijo que Jaime Bayly tenía una mirada a menudo conmovedora, que mira a los otros con humor e ironía y también con ternura. En la novela Yo amo a mi mami se cumple esa sentencia y es por ello quizás su libro más entrañable.

Jaime Bayly: ‘Yo amo a mi mami’ al óleo.

Luego del éxito en ventas y la crítica favorable hacia Los genios (2023), la misma casa que lo publicó, Revuelta Editores, nos trae la edición ilustrada de Yo amo a mi mami. Traerá 20 impresionantes frescos digitalizados por el artista plástico Jhoel Mamani.

El libro, de tapa dura, ya está en preventa en todas las librerías y entrará a las estanterías peruanas el 24 de noviembre. Al día siguiente, será presentado en la Feria Ricardo Palma de Miraflores.

Es la historia de Jimmy, un niño sensible y solitario, de una particular capacidad de observación. Un Julius moderno.

TE QUIERO DEL TAMAÑO DEL MAR

Cuando era un niño, el mundo me sonreía, y esa sonrisa tenía un nombre, el de mi mama Eva, la mujer encargada de cuidarme. No era bonita, tenía cara de caballo, pero yo la adoraba. La quijada prominente, el pelo negro larguísimo, los ojos saltones y los dientes de conejo: así era, cuando me sonreía, es decir siempre, mi mama Eva. Yo, que nunca le decía Eva pues solo le decía mamá, la quería a mares, creo que a veces incluso más que a mi mami. Mi mama Eva era como mi mami suplente, mi mami de mentira. Era una mamá tierna, complaciente, que no me exigía nada y me perdonaba todo.

Siempre estaba impecable mi mama, toda ella de blanco, pues blanco inmaculado era su uniforme de trabajo, así lo había dispuesto mi mami: vestido blanco hasta casi los tobillos, nada de ir mostrando las piernas, Eva, chompa blanca de algodón, pantys blancos, zapatos blancos charolados y el pelo negro, lacio, recogido en una cola de caballo, escondido tras una gorrita blanca como de enfermera.

Mi mama Eva ya trabajaba para mis papás cuando yo nací, los ayudaba a cuidar a mi hermana Soledad, cuatro años mayor que yo. No era una mujer joven, tampoco era mayor, supongo que estaría en sus treintas. Era delgada, muy flaca, como anoréxica, tenía unos brazos huesudos y velludos, apenas si insinuaba unos senos diminutos y un bozo negruzco asomaba impertinente sobre sus labios. Tenía un aire animal, hombruno.

Fuente: Peru21

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